lunes, 11 de junio de 2012

La ruina del testimonio cristiano


En la Palabra de Dios, vemos que casi cada escritor del Nuevo Testamento ha predicho que sobrevendrían el alejamiento y la ruina en el testimonio cristiano. Por ello, en realidad no debería sorprendernos ver un alejamiento del orden de Dios de una magnitud tan enorme en la constitución de esas iglesias.

Las «segundas» epístolas tratan de manera particular acerca de esta cuestión. Cada epístola contempla algún aspecto de la fe cristiana que se abandona.

1) La Segunda Epístola a los Efesios (Ap. 2:1-7): el abandono del primer amor.
2) La Segunda Epístola a los Tesalonicenses: el abandono de la esperanza bienaventurada (la venida del Señor – el arrebatamiento).
3) La Segunda Epístola de Juan: el abandono de la doctrina de Cristo.
4) La Segunda Epístola de Pedro: el abandono de la piedad práctica.
5) La Segunda Epístola a Timoteo: el abandono del orden en la casa de Dios (esto está particularmente relacionado con la cuestión que estamos considerando).
6) La Segunda Epístola a los Corintios: el abandono de la autoridad apostólica tal como la encontramos en la Escritura.

El testimonio de Pablo

El Apóstol Pablo advirtió que habría un gran apartamiento de la Palabra de Dios en el cuerpo cristiano profesante. Dijo así: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hch. 28:29-30).

Pablo dijo también que en los postreros tiempos algunos «apostatarán de la fe» (del cuerpo de la verdad cristiana) y comenzarán a enseñar cosas que no son conforme a la verdad (1 Ti. 4:1-3).

Se refirió a aquellos que «naufragaron en cuanto a la fe» (1 Ti. 1:19-20), a aquellos que «se desviaron de la fe» (1 Ti. 6:10), a aquellos que «trastornan la fe» de otros mediante sus enseñanzas erróneas (2 Ti. 2:18), y a aquellos que llegarían a ser «descalificados en cuanto a la fe» (2 Ti. 3:8). Dijo que llegaría el tiempo en que muchos en el cuerpo cristiano profesante «no sufrirán la sana
doctrina, sino que … apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas», careciendo de base en la Palabra de Dios (2 Ti. 4:2-4).

Dijo que la moralidad en el testimonio cristiano degeneraría al nivel de cosas en el mundo pagano (2 Ti. 3:1-5; cp. Ro. 1:28-32). Se refirió a impostores que surgirían pretendiendo tener un conocimiento de la verdad; que imitarían los poderes milagrosos de Dios en un intento de resistir a la verdad (2 Ti. 3:7-8).

Dijo también que las cosas no irían a mejor, sino que «los malos hombres e impostores» en el testimonio cristiano (porque éste es el contexto del capítulo) irían «de mal en peor» (2 Ti. 3:13). Una mirada global al testimonio cristiano nos hace ver que todo esto tiene su triste cumplimiento en nuestros días.

El testimonio de Mateo

El Apóstol Mateo indica el mismo apartamiento en las parábolas del reino de los cielos. En esas parábolas, el Señor Jesús dijo que vendría un enemigo (Satanás) que sembraría cizaña entre el trigo. Esto indica que habría una introducción de profesantes falsos y sin vida El Orden de Dios – B. Anstey Pág. 13 de 90 dentro del reino de los cielos. El resultado sería una mezcla de creyentes (el trigo) y de falsos profesantes (la cizaña) en el reino que no se resolvería hasta el fin del siglo (Mt. 13:24-30, 38-41).

El Señor Jesús se refirió también a que surgiría un inmenso sistema de cosas sobre la sencillez original del cristianismo, y que al final no se parecería a lo que era al principio. Usó la figura de la semilla de mostaza plantada en la tierra, y su crecimiento desproporcionado hasta llegar a ser un árbol enorme donde anidarían las aves del cielo.

El árbol es símbolo de dominio y de poder (Dn. 4:9-27, 34). De este modo el Señor indicó que el cuerpo cristiano profesante llegaría a ser una gran entidad en este mundo con una gran apariencia externa. Las aves son símbolo de espíritus malvados y de personas asimismo malvadas (Mt. 13:4, 19; Ap. 18:2) que contenderían por poseer puestos de honor dentro de todo esto. Si jamás hemos tenido la oportunidad de oír el ruido procedente de un árbol lleno de pájaros, comprenderíamos qué buena imagen es ésta de la confusión existente en el testimonio cristiano. Todos los pájaros entonan a la vez; todos aparentemente con algo que decir, pero todas sus voces están en conflicto. ¿Acaso no es esto precisamente lo que oímos cuando miramos y escuchamos los miles de voces de las diversas denominadas iglesias de la Cristiandad? (Mt. 13:31-32).

El Señor Jesús prosiguió contando acerca de la mujer que escondió levadura en tres medidas de harina (Mt. 13:33). Esto se refiere a otro aspecto de la ruina que se ha introducido en el cuerpo cristiano profesante. Si las aves en el enorme árbol son una ilustración de la gran profesión externa que iba a desarrollarse, la levadura en la harina habla de la gran corrupción interior que también iba a desarrollarse. En la Escritura, la levadura es un tipo de maldad (Mt. 16:6; Mr. 8:15; 1 Co. 5:6-8; Gá. 5:7-10). La harina es tipo de Cristo, Aquel que es «el pan de vida». Él es el alimento espiritual de los hijos de Dios (Jn. 6:33-35, 51-58). De ese modo, el Señor indicó que la iglesia (la mujer) corrompería el alimento de los hijos de Dios mediante la introducción de falsa doctrina, mezclándola con la verdad de Su persona. ¿Y no es esto cierto en la actualidad?

Se han asociado muchas enseñanzas malvadas y erróneas con Cristo en el vasto cuerpo profesante de la Cristiandad. De este modo, esas tres parábolas en el evangelio de Mateo indican que habría la introducción de personas malas (Mt. 13:24-30), de espíritus malos (Mt. 13:31-32; 1 Ti. 4:1) y de malas doctrinas (Mt. 13:33). Algunas de las otras similitudes del reino en el evangelio de Mateo indican también que se caería en este fracaso (como en Mt. 25:1-13: «cabecearon todas y se durmieron»).
El testimonio de Pedro El Apóstol Pedro se refirió también a las malas enseñanzas que surgirían en el testimonio cristiano. Dijo que se levantarían falsos maestros entre los santos de Dios, y que introducirían «herejías destructoras» que muchos seguirían, y ello hasta el punto que designarían como malvado el camino de la verdad (2 P. 2:1-3; 3:16).

Una «herejía» o «secta», por definición, es la constitución de una división dentro de la iglesia que se separa en la práctica de otros y que constituye su comunión alrededor de una perspectiva particular. La más sutil de todas las herejías es la que se desarrolla alrededor de alguna
parte de la verdad con exclusión de otras verdades. Puede haber muchos verdaderos creyentes conectados con tales herejías.

En contraste a ésas, las «herejías destructoras» como aquellas a las que se refiere Pedro son sectas que levantan la causa de doctrinas que condenan el alma. Al contemplar la inmensidad de la Cristiandad profesante, ¿no podemos apreciar las numerosas divisiones y sectas en la iglesia?

¡Se nos dice que existen en la actualidad más de mil quinientas denominaciones y círculos de comunión no denominacionales! Es con gratitud que podemos decir que la mayoría de esos grupos eclesiales no son herejías «destructoras», pero sin embargo se trata de divisiones externas en la iglesia que son de carácter sectario. Por herejía no se designa la enseñanza de falsas doctrinas, ¡sino la constitución de sectas! Y recordemos que la Escritura dice que debemos rechazar las herejías porque son una obra de la carne: de la naturaleza pecaminosa caída (Tit. 3:10-11; 1 Co. 11:19; Gá. 5:20).

Es cierto que a menudo las doctrinas falsas están relacionadas con la constitución de sectas, y a eso se debe probablemente que muchos cristianos relacionen la herejía con enseñanzas blasfemas.

El testimonio de Juan

En tanto que el apóstol Pablo advierte acerca de aquellos que «retroceden» de la revelación de la verdad cristiana (He. 10:38-39), el Apóstol Juan advierte que habría los que «pasarían adelante» y no se mantendrían en ella (2 Jn. 9, cp. V.M.). Juan se refirió a este apartamiento del testimonio cristiano como resultado de la obra de maestros anticristianos. Dijo él: «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros» (1 Jn. 2:19). El «nosotros» aquí y en muchos otros lugares en la epístola de Juan hace referencia a los apóstoles.

Esta defección de la doctrina de los apóstoles era realmente el abandono de la misma. ¿Acaso no podemos ver que mucho de lo que ha sido erigido dentro del testimonio cristiano es esencialmente aquello que está fuera de la enseñanza del apóstol? ¿Hay acaso justificación en base de la enseñanza del apóstol para esas muchas cosas que abrazan esas iglesias? Eso nos recuerda la palabra del Señor a los fariseos cuando dijo que estaban «enseñando doctrinas que son preceptos de hombres». También dijo: «¡Qué bien dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!» (Mr. 7:7, 9).

El testimonio de Judas

Judas también nos anuncia que ciertos hombres iban a entrar encubiertamente entre los cristianos, para convertir «en libertinaje la gracia de nuestro Dios» (Jud. 4). Describe el carácter de aquellos que corromperían el cuerpo profesante cristiano como aquellos que «han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro al error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré» (Jud. 11).

Ésas son tres ajustadas descripciones de la clase de error eclesiástico dominante en la Cristiandad hoy. Primero hay «el camino de Caín» que describe el esfuerzo por presentar a Dios las propias obras para ser aceptos ante Dios. Caín era un hombre religioso en cuanto que ofreció sacrificio, pero presentó la obra de sus propias manos a Dios para ser aceptado, y en consecuencia fue rechazado (Gn. 4:1-5). Su ofrenda no tenía sangre, la cual señalaba en sentido figurado al sacrificio final y el derramamiento de sangre del Señor Jesucristo, sin el cual nadie puede recibir bendición de Dios. En la actualidad se está predicando desde los púlpitos de muchas iglesias un evangelio sin sangre (que en realidad no es evangelio en absoluto) por el cual muchas personas han sido llevadas a creer que pueden presentar El Orden de Dios.

Sus buenas obras a Dios para ser aceptados y alcanzar la salvación, aunque la Biblia indica claramente que la salvación es «no es a base de obras» (Ef. 2:8-9; Tit. 3:5; Ro. 4:4-8).

Segundo, hay «el error de Balaam», que habla de la disposición a enseñar cosas que Dios no ha autorizado a cambio de dinero y de honores. Balaam se presentó a sí mismo a Balac y a los moabitas como profeta, y se mostró dispuesto a profetizar para ellos para perjuicio del pueblo de Dios (Nm. 22-24).

Muchos en la cristiandad (aunque quizá sin la intención de dañar a nadie del pueblo de Dios) están también enseñando doctrinas dañinas que no se encuentran en la Escritura y están buscando altos honores en la iglesia. Tercero, hay «la rebelión de Coré», que es la organización de un grupo de hombres para desafiar el orden divino del sacerdocio. Coré y sus hombres querían una posición por encima del pueblo de Dios que Dios no les había dado. En el cuerpo profesante cristiano también se ha dado una similar organización de una clase especial de hombres para
presidir sobre la grey de Dios, clase conocida como clero. Y se refieren libremente a la grey de Dios como siendo su grey. Esta clase de organización puede que sea introducida con buenas intenciones, y puede que haya muchos que ocupen actualmente esos puestos con motivos igualmente buenos, pero sigue siendo un sistema de cosas que carece de fundamento en la Palabra de Dios.

El testimonio del Señor

Por último, el Señor expresa Su propia condena de un grupo de personas que iba a surgir en la iglesia, llamado los nicolaítas (Ap. 2:6, 15). Esas personas introdujeron la impureza en el testimonio cristiano, y por el significado del nombre muchos maestros bíblicos han llegado a la conclusión de que bien pudiera haberse tratado de las primeras semillas del clericalismo.

Nico significa «gobernar», y laitas proviene del término laos que significa «el pueblo». Los nicolaítas eran un partido que aparentemente buscaban por algún medio «gobernar al pueblo», y por ello bien podrían haber sido el comienzo del sistema clero/laicos. Podríamos añadir también que el Señor aborrece «las obras» y «la doctrina» de los nicolaítas (Ap. 2:6, 15).

De modo que tenemos un abundante testimonio procedente de los escritores del Nuevo Testamento acerca de la realidad de que iba a haber una gran defección de la sencillez de la fe cristiana (2 Co. 11:3-4), y de que se erigiría un sistema de cosas carente de fundamento en la Palabra de Dios.

Es cierto que algunas de las iglesias tienen más de este orden clerical que otras. Pero tanto si se trata de San Pedro en Roma o de la más pequeña capilla evangélica, la mayoría de ellas, si no todas, tienen sus principios básicos entretejidos en la trama de su gobierno eclesiástico. El creyente instruido en la mente de Dios no puede dejar de admitir que aquello que pasa como la iglesia de Dios delante de los hombres tiene poco o ningún parecido con la iglesia de Dios como es presentada en la Palabra de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario