En la Palabra de Dios, vemos que casi cada escritor del Nuevo Testamento ha
predicho que sobrevendrían el alejamiento y la ruina en el testimonio
cristiano. Por ello, en realidad no debería sorprendernos ver un alejamiento
del orden de Dios de una magnitud tan enorme en la constitución de esas
iglesias.
Las «segundas» epístolas tratan de manera particular acerca de esta
cuestión. Cada epístola contempla algún aspecto de la fe cristiana que se
abandona.
1) La Segunda Epístola a los Efesios (Ap. 2:1-7): el abandono del primer
amor.
2) La Segunda Epístola a los Tesalonicenses: el abandono de la esperanza bienaventurada (la venida del Señor – el arrebatamiento).
3) La Segunda Epístola de Juan: el abandono de la doctrina de Cristo.
4) La Segunda Epístola de Pedro: el abandono de la piedad práctica.
5) La Segunda Epístola a Timoteo: el abandono del orden en la casa de Dios (esto está particularmente relacionado con la cuestión que estamos considerando).
6) La Segunda Epístola a los Corintios: el abandono de la autoridad apostólica tal como la encontramos en la Escritura.
2) La Segunda Epístola a los Tesalonicenses: el abandono de la esperanza bienaventurada (la venida del Señor – el arrebatamiento).
3) La Segunda Epístola de Juan: el abandono de la doctrina de Cristo.
4) La Segunda Epístola de Pedro: el abandono de la piedad práctica.
5) La Segunda Epístola a Timoteo: el abandono del orden en la casa de Dios (esto está particularmente relacionado con la cuestión que estamos considerando).
6) La Segunda Epístola a los Corintios: el abandono de la autoridad apostólica tal como la encontramos en la Escritura.
El testimonio de Pablo
El Apóstol Pablo advirtió que habría un gran apartamiento de la Palabra de
Dios en el cuerpo cristiano profesante. Dijo así: «Porque yo sé que después de
mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al
rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas
para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hch. 28:29-30).
Pablo dijo también que en los postreros tiempos algunos «apostatarán de la
fe» (del cuerpo de la verdad cristiana) y comenzarán a enseñar cosas que no son
conforme a la verdad (1 Ti. 4:1-3).
Se refirió a aquellos que «naufragaron en cuanto a la fe» (1 Ti. 1:19-20),
a aquellos que «se desviaron de la fe» (1 Ti. 6:10), a aquellos que «trastornan
la fe» de otros mediante sus enseñanzas erróneas (2 Ti. 2:18), y a aquellos que
llegarían a ser «descalificados en cuanto a la fe» (2 Ti. 3:8). Dijo que
llegaría el tiempo en que muchos en el cuerpo cristiano profesante «no sufrirán
la sana
doctrina, sino que … apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas», careciendo de base en la Palabra de Dios (2 Ti. 4:2-4).
doctrina, sino que … apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas», careciendo de base en la Palabra de Dios (2 Ti. 4:2-4).
Dijo que la moralidad en el testimonio cristiano degeneraría al nivel de
cosas en el mundo pagano (2 Ti. 3:1-5; cp. Ro. 1:28-32). Se refirió a
impostores que surgirían pretendiendo tener un conocimiento de la verdad; que
imitarían los poderes milagrosos de Dios en un intento de resistir a la verdad
(2 Ti. 3:7-8).
Dijo también que las cosas no irían a mejor, sino que «los malos hombres e
impostores» en el testimonio cristiano (porque éste es el contexto del
capítulo) irían «de mal en peor» (2 Ti. 3:13). Una mirada global al testimonio
cristiano nos hace ver que todo esto tiene su triste cumplimiento en nuestros
días.
El testimonio de Mateo
El Apóstol Mateo indica el mismo apartamiento en las parábolas del reino de
los cielos. En esas parábolas, el Señor Jesús dijo que vendría un enemigo
(Satanás) que sembraría cizaña entre el trigo. Esto indica que habría una
introducción de profesantes falsos y sin vida El Orden de Dios – B. Anstey Pág.
13 de 90 dentro del reino de los cielos. El resultado sería una mezcla de
creyentes (el trigo) y de falsos profesantes (la cizaña) en el reino que no se
resolvería hasta el fin del siglo (Mt. 13:24-30, 38-41).
El Señor Jesús se refirió también a que surgiría un inmenso sistema de
cosas sobre la sencillez original del cristianismo, y que al final no se
parecería a lo que era al principio. Usó la figura de la semilla de mostaza
plantada en la tierra, y su crecimiento desproporcionado hasta llegar a ser un
árbol enorme donde anidarían las aves del cielo.
El árbol es símbolo de dominio y de poder (Dn. 4:9-27, 34). De este modo el
Señor indicó que el cuerpo cristiano profesante llegaría a ser una gran entidad
en este mundo con una gran apariencia externa. Las aves son símbolo de
espíritus malvados y de personas asimismo malvadas (Mt. 13:4, 19; Ap. 18:2) que
contenderían por poseer puestos de honor dentro de todo esto. Si jamás hemos
tenido la oportunidad de oír el ruido procedente de un árbol lleno de pájaros,
comprenderíamos qué buena imagen es ésta de la confusión existente en el
testimonio cristiano. Todos los pájaros entonan a la vez; todos aparentemente
con algo que decir, pero todas sus voces están en conflicto. ¿Acaso no es esto
precisamente lo que oímos cuando miramos y escuchamos los miles de voces de las
diversas denominadas iglesias de la Cristiandad? (Mt. 13:31-32).
El Señor Jesús prosiguió contando acerca de la mujer que escondió levadura
en tres medidas de harina (Mt. 13:33). Esto se refiere a otro aspecto de la
ruina que se ha introducido en el cuerpo cristiano profesante. Si las aves en
el enorme árbol son una ilustración de la gran profesión externa que iba a
desarrollarse, la levadura en la harina habla de la gran corrupción interior
que también iba a desarrollarse. En la Escritura, la levadura es un tipo de
maldad (Mt. 16:6; Mr. 8:15; 1 Co. 5:6-8; Gá. 5:7-10). La harina es tipo de
Cristo, Aquel que es «el pan de vida». Él es el alimento espiritual de los
hijos de Dios (Jn. 6:33-35, 51-58). De ese modo, el Señor indicó que la iglesia
(la mujer) corrompería el alimento de los hijos de Dios mediante la
introducción de falsa doctrina, mezclándola con la verdad de Su persona. ¿Y no
es esto cierto en la actualidad?
Se han asociado muchas enseñanzas malvadas y erróneas con Cristo en el
vasto cuerpo profesante de la Cristiandad. De este modo, esas tres parábolas en
el evangelio de Mateo indican que habría la introducción de personas malas (Mt.
13:24-30), de espíritus malos (Mt. 13:31-32; 1 Ti. 4:1) y de malas doctrinas
(Mt. 13:33). Algunas de las otras similitudes del reino en el evangelio de
Mateo indican también que se caería en este fracaso (como en Mt. 25:1-13:
«cabecearon todas y se durmieron»).
El testimonio de Pedro El Apóstol Pedro se refirió también a las malas enseñanzas que surgirían en el testimonio cristiano. Dijo que se levantarían falsos maestros entre los santos de Dios, y que introducirían «herejías destructoras» que muchos seguirían, y ello hasta el punto que designarían como malvado el camino de la verdad (2 P. 2:1-3; 3:16).
El testimonio de Pedro El Apóstol Pedro se refirió también a las malas enseñanzas que surgirían en el testimonio cristiano. Dijo que se levantarían falsos maestros entre los santos de Dios, y que introducirían «herejías destructoras» que muchos seguirían, y ello hasta el punto que designarían como malvado el camino de la verdad (2 P. 2:1-3; 3:16).
Una «herejía» o «secta», por definición, es la constitución de una división
dentro de la iglesia que se separa en la práctica de otros y que constituye su
comunión alrededor de una perspectiva particular. La más sutil de todas las
herejías es la que se desarrolla alrededor de alguna
parte de la verdad con exclusión de otras verdades. Puede haber muchos verdaderos creyentes conectados con tales herejías.
parte de la verdad con exclusión de otras verdades. Puede haber muchos verdaderos creyentes conectados con tales herejías.
En contraste a ésas, las «herejías destructoras» como aquellas a las que se
refiere Pedro son sectas que levantan la causa de doctrinas que condenan el
alma. Al contemplar la inmensidad de la Cristiandad profesante, ¿no podemos
apreciar las numerosas divisiones y sectas en la iglesia?
¡Se nos dice que existen en la actualidad más de mil quinientas
denominaciones y círculos de comunión no denominacionales! Es con gratitud que
podemos decir que la mayoría de esos grupos eclesiales no son herejías
«destructoras», pero sin embargo se trata de divisiones externas en la iglesia
que son de carácter sectario. Por herejía no se designa la enseñanza de falsas
doctrinas, ¡sino la constitución de sectas! Y recordemos que la Escritura dice
que debemos rechazar las herejías porque son una obra de la carne: de la
naturaleza pecaminosa caída (Tit. 3:10-11; 1 Co. 11:19; Gá. 5:20).
Es cierto que a menudo las doctrinas falsas están relacionadas con la
constitución de sectas, y a eso se debe probablemente que muchos cristianos
relacionen la herejía con enseñanzas blasfemas.
El testimonio de Juan
En tanto que el apóstol Pablo advierte acerca de aquellos que «retroceden»
de la revelación de la verdad cristiana (He. 10:38-39), el Apóstol Juan
advierte que habría los que «pasarían adelante» y no se mantendrían en ella (2
Jn. 9, cp. V.M.). Juan se refirió a este apartamiento del testimonio cristiano
como resultado de la obra de maestros anticristianos. Dijo él: «Salieron de nosotros,
pero no eran de nosotros» (1 Jn. 2:19). El «nosotros» aquí y en muchos otros
lugares en la epístola de Juan hace referencia a los apóstoles.
Esta defección de la doctrina de los apóstoles era realmente el abandono de
la misma. ¿Acaso no podemos ver que mucho de lo que ha sido erigido dentro del
testimonio cristiano es esencialmente aquello que está fuera de la enseñanza
del apóstol? ¿Hay acaso justificación en base de la enseñanza del apóstol para
esas muchas cosas que abrazan esas iglesias? Eso nos recuerda la palabra del
Señor a los fariseos cuando dijo que estaban «enseñando doctrinas que son
preceptos de hombres». También dijo: «¡Qué bien dejáis a un lado el mandamiento
de Dios, para conservar vuestra tradición!» (Mr. 7:7, 9).
El testimonio de Judas
Judas también nos anuncia que ciertos hombres iban a entrar encubiertamente
entre los cristianos, para convertir «en libertinaje la gracia de nuestro Dios»
(Jud. 4). Describe el carácter de aquellos que corromperían el cuerpo
profesante cristiano como aquellos que «han seguido el camino de Caín, y se
lanzaron por lucro al error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré»
(Jud. 11).
Ésas son tres ajustadas descripciones de la clase de error eclesiástico
dominante en la Cristiandad hoy. Primero hay «el camino de Caín» que describe
el esfuerzo por presentar a Dios las propias obras para ser aceptos ante Dios.
Caín era un hombre religioso en cuanto que ofreció sacrificio, pero presentó la
obra de sus propias manos a Dios para ser aceptado, y en consecuencia fue
rechazado (Gn. 4:1-5). Su ofrenda no tenía sangre, la cual señalaba en sentido
figurado al sacrificio final y el derramamiento de sangre del Señor Jesucristo,
sin el cual nadie puede recibir bendición de Dios. En la actualidad se está
predicando desde los púlpitos de muchas iglesias un evangelio sin sangre (que
en realidad no es evangelio en absoluto) por el cual muchas personas han sido
llevadas a creer que pueden presentar El Orden de Dios.
Sus buenas obras a Dios para ser aceptados y alcanzar la salvación, aunque
la Biblia indica claramente que la salvación es «no es a base de obras» (Ef.
2:8-9; Tit. 3:5; Ro. 4:4-8).
Segundo, hay «el error de Balaam», que habla de la disposición a enseñar
cosas que Dios no ha autorizado a cambio de dinero y de honores. Balaam se
presentó a sí mismo a Balac y a los moabitas como profeta, y se mostró
dispuesto a profetizar para ellos para perjuicio del pueblo de Dios (Nm.
22-24).
Muchos en la cristiandad (aunque quizá sin la intención de dañar a nadie
del pueblo de Dios) están también enseñando doctrinas dañinas que no se
encuentran en la Escritura y están buscando altos honores en la iglesia.
Tercero, hay «la rebelión de Coré», que es la organización de un grupo de
hombres para desafiar el orden divino del sacerdocio. Coré y sus hombres
querían una posición por encima del pueblo de Dios que Dios no les había dado.
En el cuerpo profesante cristiano también se ha dado una similar organización
de una clase especial de hombres para
presidir sobre la grey de Dios, clase conocida como clero. Y se refieren libremente a la grey de Dios como siendo su grey. Esta clase de organización puede que sea introducida con buenas intenciones, y puede que haya muchos que ocupen actualmente esos puestos con motivos igualmente buenos, pero sigue siendo un sistema de cosas que carece de fundamento en la Palabra de Dios.
presidir sobre la grey de Dios, clase conocida como clero. Y se refieren libremente a la grey de Dios como siendo su grey. Esta clase de organización puede que sea introducida con buenas intenciones, y puede que haya muchos que ocupen actualmente esos puestos con motivos igualmente buenos, pero sigue siendo un sistema de cosas que carece de fundamento en la Palabra de Dios.
El testimonio del Señor
Por último, el Señor expresa Su propia condena de un grupo de personas que
iba a surgir en la iglesia, llamado los nicolaítas (Ap. 2:6, 15). Esas personas
introdujeron la impureza en el testimonio cristiano, y por el significado del
nombre muchos maestros bíblicos han llegado a la conclusión de que bien pudiera
haberse tratado de las primeras semillas del clericalismo.
Nico significa «gobernar», y laitas proviene del término laos que significa
«el pueblo». Los nicolaítas eran un partido que aparentemente buscaban por
algún medio «gobernar al pueblo», y por ello bien podrían haber sido el
comienzo del sistema clero/laicos. Podríamos añadir también que el Señor
aborrece «las obras» y «la doctrina» de los nicolaítas (Ap. 2:6, 15).
De modo que tenemos un abundante testimonio procedente de los escritores
del Nuevo Testamento acerca de la realidad de que iba a haber una gran defección
de la sencillez de la fe cristiana (2 Co. 11:3-4), y de que se erigiría un
sistema de cosas carente de fundamento en la Palabra de Dios.
Es cierto que algunas de las iglesias tienen más de este orden clerical que
otras. Pero tanto si se trata de San Pedro en Roma o de la más pequeña capilla
evangélica, la mayoría de ellas, si no todas, tienen sus principios básicos
entretejidos en la trama de su gobierno eclesiástico. El creyente instruido en
la mente de Dios no puede dejar de admitir que aquello que pasa como la iglesia
de Dios delante de los hombres tiene poco o ningún parecido con la iglesia de
Dios como es presentada en la Palabra de Dios.
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